-Se asomaba a la vida por las
ventanas del alma, como el pájaro carpintero desde su nido en el tronco
envejecido. No era de aquí y tampoco de allá. Iba por el mundo como un ser
universal, tras de los sueños que quería conquistar en el panorama de la
inmensidad. En el aquí discurría el trajinar de la cotidianidad y vivía la
felicidad, para el mañana reservaba el devenir, sin afanes y ansiedades a
seguir; ni el amor ni la fortuna pretendió enamorar, sólo amaba la libertad y
sus alas para echarse volar.
-Ese era nuestro amigo y no creo
que haya otra descripción mejor para retratar en pocas palabras el carácter de
su humanidad, esa que ahora hecha polvo vamos a arrojar al viento desde esta
peña que en vida eligió, para fundirse con los misterios del cosmos y no dejar
enmarcados sus restos en memorias lapidarias, y quedarse esperando por la
eternidad hasta el día del juicio final.
Después de pronunciar esas
palabras, su amigo del alma destapó el cofre que contenía las cenizas de su
mejor camarada, nos pidió que lanzáramos los pétalos de flores de todos los
colores que estaban dispuestos para ello, a manera de homenaje, y lanzó al
viento las oscuras cenizas, que hicieron una estela evanescente y
desaparecieron en la cuesta del abismo.
Patricia Helena Vélez R. (2010)

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