El llanto de las nubes gime sobre
las rocas del patio, mientras mastica silencios en la mesa solitaria entre los
vientos fríos del olvido.
La casa sin pasos que escuchar y
aromas de otras vidas para respirar, suspendida en la quietud, aguarda por las
palabras y las risas que llegarán con el amor y la fraternidad.
El último bocado se queda
levitando entre las manos y los labios, nunca alcanza su garganta, que traga
saliva para evadir el cansancio de escuchar la propia voz hablar con el gato.
Nadie entrará de puntillas ni
habrá a quien nombrar y el tiempo, se ha vuelto demasiado viejo para soportar
la espera que le llena de incertidumbres la boca y los sueños de ansias. La
lora duerme y no para de llover.
Patricia Helena Vélez R.
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